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domingo, diciembre 13, 2020

Cabeza y corazón

 


Tener que decidir con cabeza y corazón nos pone en frecuentes aprietos pero aporta ventajas, aunque sólo sea por simple filtrado evolutivo. Jugando cada cual sus bazas, usamos una inteligencia que requiere tiempo, previsión de posibilidades y serenidad para elegir con perspectiva, lo que la hace lenta pero eficiente, en colaboración y contraste con las emociones, que elaboran respuestas inmediatas, más cómodas y agradables, aunque menos seguras. La primera es silente y conservadora, sin la capacidad de atracción que tienen las segundas, por lo que, reduciendo al mínimo el esquema, cocinamos con dos ingredientes que modelan nuestra conducta de manera que, en la medida que predominen una u otras, se manifiesta nuestro temperamento y nos hacen previsibles. Más de una vez terminaremos en un dilema con variadas posibilidades igualmente atractivas, convenientes y razonables, lo que nos obligará a comprometer demoras, frustraciones y resultados.

viernes, noviembre 13, 2020

Hay alguien ahí...?

 

Por si fuera poco una pandemia, hay que añadir la confusión provocada por el exceso de ruido que aturde y se diluye en un inquietante silencio ante tantas preguntas. Aplazo de momento la de una escandalosa historia de cifras inciertas tras ocho meses y trato en vano de salir del bucle planteando nuevos interrogantes que no sé si tendrán respuesta. Hace unos días se escuchaba en las ondas el clamor desesperado de un jefe de servicio de inmunología que insistía en el más eficaz remedio, por ahora, para evitar los contagios. Mil veces repetido, lo nombraba como la regla de las tres emes, o sea, mascarillas, metros y manos. Tan fácil de aprender, como difícil de llevar a la práctica, según parece.  

martes, octubre 13, 2020

Ni puñetero caso.

 

Tendrán que perdonarme el adjetivo, habida cuenta de lo comedido que aparento ser a  veces, pero diré en descargo propio que, por serlo, sustituí el primero que se me vino a la mente, de igual inicio y parecido significado, aunque más contundente y de peor gusto. Lo he usado para calificar el recorrido de una idea, habitante añeja en uno de los circuitos que conservo íntegros, por si a quien corresponda le parece viable, incluso al precio de adueñarse de ella.

domingo, septiembre 13, 2020

Reparto, órdago y jaque

 




Si cualquier escrito utiliza componentes subjetivos, éste los tiene biográficos. Treinta y ocho años de docencia comprometen y la espera de este comienzo de curso, instalado en el cómodo silencio del jubilado, me produce una zozobra de complicidad culpable que no estoy dispuesto a asumir. Quizás sea más directo de lo conveniente, pero me niego a admitir que los docentes –escribo usando el genérico- deban ser héroes ni mártires.

jueves, agosto 13, 2020

La hora de la verdad.

 

Tras el calor y las fiestas de todos los agostos, cada comienzo de curso intenta poner fin al desorden de horarios y costumbres. Será una obviedad decir que el de este año tiene que ser distinto, añadiendo luego lo del “verano atípico”, pero ahí está septiembre. La normalidad que pretenden las administraciones educativas tiene a padres y docentes sumidos en un mar de incertidumbres, por más que en esta crisis hayamos comprobado que se cambian criterios en cuestión de horas y aún quede plazo suficiente para albergar nuevas inquietudes.    

lunes, julio 13, 2020

En cabeza ajena.

 

Nadie escarmienta en cabeza ajena y nadie debiera experimentar en ese sitio, pero me temo que ocurre. En columnas anteriores he insinuado mi debilidad por los escasos defectos que adornan a nuestros representantes públicos, seguramente porque nunca di el perfil para serlo, pero alguna vez hay que repartir equitativamente la leña y no colgar el sambenito siempre a los mismos. Habrá que asumir nuestra responsabilidad, ésa que tanto añoramos en cuanto sospechamos que nos merman. Que nadie se sienta acusado de algo que corresponde a todos, porque ahí está “la gente” para ser señalada cuando encontramos una culpa sin dueño, cual detritus resbaladizo, candidato a ser pisado, en la acera.

sábado, junio 13, 2020

Trabajo sucio.

 


UNO.- Se mueve cada noche, bajo destellos anaranjados, evitando los deslumbramientos del parpadeo intermitente, los tropiezos con bolsas oscuras y lo que alguien quiso guardar hasta ayer. Alrededor, ruidos habituales además del humo del escape. Sube al estribo para avanzar apenas unos metros y vuelve a repetirse el protocolo de golpes, movimientos y fluir de deshechos. El olor ya no se nota ¿Es eso la fatiga olfativa? Tendrá que ser. Hoy es por una  pandemia, pero aquí siempre hay razones para recelar algún peligro. En este oficio hay que estar inmunizado contra todo y al final, uno se morirá cuando llegue su hora, porque no vas a pasarte la vida acariciando temores. No puedes cambiar de guantes o mascarilla cada vez que agarras el soporte para auparte al camión. Se desvía ahora un coche que los sigue y el impecable aspecto de luciérnaga devuelve su atuendo a la sucia realidad de las polillas. Lleva a cuestas el mismo miedo que tú, pero su aparente dureza no reconocerá, aunque lo hayas visto desde tu balcón, que buscó el abrigo de los contenedores para ocultar una lágrima fruto del temor al contagio, a la atronadora soledad silenciosa o al futuro incierto. Volverá al amanecer y dormirá abrazado a sus escasas certezas soñando con el mundo de antes, pero habrá dejado las calles un poco más limpias.

miércoles, mayo 13, 2020

Tiempo de patriotas


Hay palabras que se quedan varadas en las arenas de la memoria, como si uno renunciara a utilizarlas, consciente de que están allí, pero a las que considera superadas o propias de épocas lejanas. Tal ocurre con la palabra que intenta calificar a quien ama el solar en que ha nacido o donde tiene su espacio de convivencia, utilizando un adjetivo atribuible a todos con carácter general – como el valor en la mili – lo que quizás no sea más que una presunción. A mí esta palabra me recuerda los tiempos que describió como nadie D. Benito Pérez Galdós, devuelta por la marea cien años después de su desaparición, como el mensaje embotellado que encalla de forma inesperada en nuestras vidas.    

martes, abril 14, 2020

Los músicos del Titanic

Suele preceder a esta columnilla, por encima del título, una pequeña cartela que la califica como “opinión”. Sobrados como estamos ahora de opiniones, yo la nombraría como “congojas de cautivo”, por parecerme más real y con mayor merecimiento. Vuelvo a rendirme a la evidencia de que cualquier otro tema puede ser inoportuno, salvo que tuviera la vena cómica capaz de poner una sonrisa en cada vida, lo que sería hoy casi más valioso que ninguna otra cosa. Ojalá que el previsible desfase de noticias que han de sucederse hasta que puedan leerme, dé nuevos aires a la esperanza, palabra mágica y talismán que me acompaña en las repetitivas caminatas por el pasillo que convierto cada día en estadio doméstico.  

viernes, marzo 13, 2020

Miedo al miedo

 



El miedo es una emoción primaria, quizás crítica en la continuidad de la especie, que protege nuestras vidas mediante la percepción de peligro, de manera que la voluntad pueda optar por evitarlo. Previene ante lo desconocido desencadenando un sistema de alerta que analiza la situación en busca de una estrategia capaz de encontrar la respuesta que haga más probable la integridad.  

En el esquema evolutivo irracional, el mecanismo del miedo encuentra mayoritariamente dos salidas: el ataque, cuando la razón prevé seguridad de éxito y la huida o evitación, cuando existe duda o certeza de fracaso. Se supone que los racionales tenemos un cierto grado de control del miedo y por ello cabe esperar que una gestión razonada nos proporcione alternativas suficientes para decidir la respuesta óptima. El problema aparece cuando la cuestión exige una rapidez que simplifica el análisis o deja directamente las riendas en manos de un sistema límbico que asegura solamente el instante sin prever lo que sigue. Ahí tenemos los ejemplos de huidas que nos ponen en peligros mayores que los evitados, como el volantazo que nos saca de la carretera por esquivar un peligro menor.  

jueves, febrero 13, 2020

Si fuera juez

 


Por convencimiento y también por razones profesionales, siempre he proclamado que cualquier persona puede llegar hasta donde se proponga, si compromete voluntad y trabajo en ello. Aún mantengo este principio, pero con alguna matización que aplico para mí, en primer lugar porque cada uno debiera conocerse mejor que nadie y luego, porque me ahorro el atrevimiento de opinar sobre otro. El caso es que yo no podría ser juez por falta de objetividad pero sobre todo, por estar dispuesto a reconocerlo.

No podría dormir, ni siquiera excusando la versión frívola que la actualidad ha dado a esta  expresión, lo cual no me impide caer, como humano, en la abundante debilidad de creerme capacitado para arreglar cualquier entuerto de forma pronta y eficaz. Probable residuo de la mínima parte de herencia quijotesca que me corresponde. 

lunes, enero 13, 2020

Nos hacen torpes


 Hubo un tiempo, es verdad que lejano, en el que el dominio de la lectura y la escritura marcó una frontera que nos clasificaba y permitía el acceso a la mayoría de conocimientos. Por inevitable fortuna, dejamos atrás ese filtro mientras aparece otro, de más amplio cometido, como es la utilización de automatismos y medios digitales que se adornan de pretendidas facilidades para nuestra vida, al precio de hacernos más diferentes frente a las complicaciones que asumimos.

Para muestra, el empeño de las entidades bancarias en proponernos operaciones que debemos hacer nosotros mismos – manteniendo las comisiones- para cualquier gestión. No se conforman con que sepamos sacar dinero del cajero automático, sino que insisten para que aprendamos a pagar con el móvil y otras tareas que harán innecesarios los puestos de trabajo de los mismos que nos enseñan.