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viernes, septiembre 13, 2019

Diálogo de sordos

Desde hace demasiado tiempo sospecho que convivo con un problema lingüístico, no sé si mío o del entorno, porque interpreto los mensajes de una forma que luego parece no se corresponde con la realidad. No se trata de la lógica pérdida auditiva que a algunos acarrea el paso del tiempo, no. Creo que es otra cosa, aunque dudo si sabré explicarlo.

Me enseñaron que comunicación es el intercambio intencional de significados compartidos. Lo explicaba así un ponente añadiendo un ejemplo elemental de comunicación entre animales: el cruce de miradas entre un perro y un gato, contiene una emisión de señales, del tipo que sean, pero sujetas a un código y al análisis de los significados que ambas partes comprenden, incluso cada uno a su manera. Al final aparece una respuesta que suele ser de ataque, de huida o de indiferencia. La cosa es tan sencilla, que los bichos no necesitan filósofos, ni jueces para resolver sus litigios, excepto en las fábulas, ideadas para enseñarnos y quizás para devolver cierta apariencia de justicia a los irracionales, mientras nos recuerdan lo mucho que compartimos con ellos.