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jueves, octubre 26, 2023

                                   


                

                                                               GUINDILLA

I.- Dilema

-            Yo no me muevo de aquí, Gregorio. Tú sabrás lo que haces…

-            Pero mujer… es la oportunidad única para tener un sitio adonde ir en el pueblo. Siempre has dicho que no querías pordiosear por casas de hermanos y primos cada vez que volvemos un verano…que si la Patro no pone buena cara cuando vamos…que tu hermano siempre salta con alguna historia…Para qué te digo cuando vamos a casa de los míos…

-            Pues eso, que cada cual en su casa y Dios en la de todos.

-            Pero nos gusta ir de vez en cuando al pueblo ¿no?

-            A mí ya, menos. Desde que falta mi padre, tengo allí muy poquito que hacer. Además está el teléfono y hablas con ellos todos los meses ¿qué más quieres, si luego parece que vas de prestado? Mira, que a cada uno en su casa, el culo le descansa.

-            Pues eso, mujer, nos quedamos con la casa de los abuelos, la arreglamos lo mínimo y ya tenemos donde ir sin molestar a nadie. Mi quinto Paco el Gacho se puede encargar de hacernos algunas obras para dejarla en condiciones…

-            Tu quinto El Gacho? Pero si la última vez que lo saludaste ni se acordaba de ti. Vamos a ver, hombre ¿cuándo te vas a enterar de que ya eres un desconocido en el pueblo? La familia y poco más conoces. Tus amistades y tu vida están aquí. Te guste o no, eres más catalán que verato y tus amigos son… pues Manolo el malagueño, Herrera, el de Cádiz, el gallego y algunos paisanos que llegaron cuando nosotros. En el pueblo…unos ya no están, otros se fueron con los hijos y vete a saber… Además, si tú te jubilas, el Gacho estará poco más o menos…si vive ¿qué sabes?

-            Pues lo puedo averiguar…

-            Que no, Gregorio, que tú eres un romántico ¿cómo vas a hacer una obra tan lejos y pendiente de lo que haga el Gacho? ¿tú…es que no piensas?

-            Oye, que tampoco vamos a hacer la casa nueva. Ponemos un cuarto de baño, se arreglan las ventanas y el tejado, un suelo curioso y ya está disponible para pasar allí cuatro días de vez en cuando…no se trata de otra cosa…

-            A ti, cuando se te mete algo en la cabeza no hay forma de sacártelo, pero mira, conmigo no cuentes para esta aventura ¿Para qué queremos una casa vieja, pequeña y tan lejos?

-            Para tenerla en el pueblo. Echo de menos muchas cosas de allí…

-            Claro…otra vez el olor a pimentón…que me lo llevas diciendo cerca de cuarenta años…pues ¿sabes lo que te digo? Abre una lata y te la pones en la nariz un rato, que eso ya lo haces algunas veces, y así se te pasa “el mono”. Vaya con la manía que te ha entrado…

-            Pero no es eso, mujer, no es eso…¿Tú no has visto que el que más y el que menos quiere volver a lo suyo? Te parece muy bien que el malagueño se haya comprado un piso para ir a su tierra de vez en cuando, pero no que nosotros hagamos algo parecido…

-            Ah no, es que un piso en la playa es otra cosa. Mira tú. Eso no me parece nada mal. En la playa y más cerca, me gusta más que en el pueblo.

-            Pero…a nosotros no se nos ha perdido nada en la playa y en el pueblo podemos juntarnos con la familia y amigos. Para que los hijos y nietos, cuando quieran, conozcan y visiten el pueblo de sus padres.

-            ¿Tus hijos y tus nietos en el pueblo? Pero si el año que vinieron con nosotros se aburrían desde el primer día…tú visitando a la familia y queriendo enseñarles todo, hasta el campo en el que pasamos tantas penas y ellos protestando y deseando volver a Badalona. Qué van a querer ellos ir allí… además, ya lo tenemos hablado. Si un día quieres pasar una semana en el pueblo, te vas a un hotel y no molestas a nadie. Lo que te piensas gastar en una obra te da y te sobra para pagarte allí mismo las vacaciones.

-            Pero no es lo mismo, mujer ¿te imaginas irnos al hotel o a la pensión? Qué diría la gente…como si no tuviéramos familia en el pueblo…

-            Pero tú ¿en qué familia piensas? Que ya no viven los padres ni estamos en aquellos tiempos, hombre, que no te enteras…

-            La que no te enteras eres tú, Amalia, que te has despegado del pueblo y ya pareces más catalana que los catalanes. Hasta te gusta hablar en catalán… Ni que hubieras nacido aquí.

-            Pues mira, mejor me hubiera ido y no hubiera pasado las penas que pasamos aquellos años poniendo las tierras del Matón, que hoy me parece imposible haber vivido de aquella manera. Peor que esclavos, sin agua corriente, sin luz y encima, cada vez más pobres. Que nos vinimos con lo puesto y de prestado, dejando atrás nada más que deudas y trampas con tus padres, con los míos, con tu primo…en fin,  que no me quiero acordar…

-            Qué tiene que ver una cosa con otra? Fueron unos años malos. Perdimos dos cosechas de tabaco y apenas se salvó el pimiento. Hubo que malvender el mulo porque no nos llegaba ni para comer…el primer año nos entrampamos, pero cuando vino mal el segundo, no tuvimos más remedio que emigrar. Menos mal que en la mili me había sacado el carnet de primera…

-            Menos mal, porque en menos de un mes estabas conduciendo autobuses de la línea B4, casi siempre en nocturno. Aquello nos sacó de la miseria, así que, te guste o no Cataluña, si no nos venimos, hubiéramos muerto en el pueblo de hambre y de asco.

-            Mis hermanos y los tuyos han salido adelante en el pueblo…

-            Bueno…¿Te cambiarías por ellos? Hoy las cosas son distintas, pero entonces…acuérdate cómo llegamos: con una mano atrás y otra adelante, compartiendo un piso con mi prima y asfixiados de trampas. Claro que soy de aquí. Nací en el pueblo porque allí me parieron, pero aquí he podido vivir y aquí están els fills i la neta…tu verás lo que haces, pero si los pocos ahorros que hemos conseguido los quieres enterrar en el pueblo…  

-            Contigo no se puede hablar, Amalia ¿no echas de menos el olor a pimentón ahora que llega el otoño?...ya estarán los molinos en marcha y los secaderos encendidos. En el pueblo no hay la contaminación de aquí…

-            No, verdad? Pero ¿a qué olíamos tú y yo cuando vinimos? Si tardamos meses en quitarnos de la ropa ese olor a humo de secadero que traíamos hasta en las mantas y colchones. Eso era lo que traíamos, olor a humo, a pueblo, a penas y a deudas. Anda, que tienes poca memoria. Mira, tú estás obsesionado con el olor del pimentón. Ya está bien con echarlo en la sopa, que bastantes comes, más de lo que debieras con la tensión. Tienes latas de pimentón por todos lados y desde que el chico las compra por internet, no te faltan para regalar a todo el mundo ¿qué más quieres? ¿tienes que ir a comprarlas allí?

-            Que no es lo mismo, mujer…

-            Ah no? Pues sabe igual y se muele en los mismos molinos. Tú lo que tienes es morriña, como tu compañero el gallego. La idea de jubilarte no te está sentando bien y mira que decías que lo estabas deseando…anda ¿por qué no llevas un rato de paseo a Guindilla, que tiene que hacer sus cosas? Venga, que a las dos entras de turno… y la comida ya está hecha…

 

Sigue en sus trece mientras observa a la perrilla correteando por el parque, oliendo todo y haciendo cortas paradas para marcar terreno. Ladra nerviosa ante cualquier novedad y se le acerca como si quisiera sacar a su dueño de la ensoñación persistente que le ocupa desde hace unas semanas. Lo ve encender un cigarrillo y quizá adivine que cuando lo termine será el momento de regresar, porque ha mirado varias veces el reloj, así que aprovecha para hacer sus últimas incursiones por los parterres hasta que Gregorio la llama y decide regresar pensando cómo hacer que Amalia entre en razón. En la suya.

 

II.- Llar tercera edat

 

-          Pasa…Salo…adelante. ¿Es Salomé, verdad?

-          No, no…es....ya sabe, el nombre de la patrona del lugar de mis padres, Salobrar. Las costumbres de los pueblos...

-          Sí, perdona, me lo habías dicho y lo olvidé. Bien, digo Salo y es más cercano ¿no te parece?

-          Claro, por supuesto…¿qué puede decirme de mi padre…?

-          Pues…está bien, como siempre. Realmente debo decirte que en mis años de clínico en este centro he conocido pocos casos como el suyo. Es una de las personas que menos problemas da en el hogar. Tiene buena salud y un comportamiento exquisito. No comparto totalmente el diagnóstico de demencia y diría que tiene “lagunas”… selectivas, como si hubiera elegido qué recordar y qué no…Luego, en su mundo, conserva facultades físicas y, posiblemente mentales, intactas.

-          Pero…hace más de tres años que murió mi madre y al parecer, no se entera…

-          Sí, se entera, pero a su modo. Mira, de eso quería hablarte. Hace unos días pidió cita de psicología y vino a verme. Asumía razonablemente que era viudo, pero hablaba de su mujer como si la viera a diario. Esa situación no es rara y se da en muchos internos que conocen una pérdida pero viven como si no la asumieran. Hay cosas que, sencillamente, conoce pero hace como si no hubieran sucedido y eso le ayuda a salir adelante.

-          Ya, y el perro…

-          Pues algo parecido…costumbres normales en cualquier comportamiento ¿qué importancia tiene si pasea a diario con la correa de un perro en la mano? Eso lo hace mucha gente y no molesta a nadie.

-          ¿Aunque vaya sin perro? No sé…Otra cosa es el afán de volver al pueblo. Fíjese que estuvo muchos años conduciendo autobuses de TUSGSAL llevando alguna lata de pimentón en el salpicadero. Decía que era para encontrar veratos y en cuanto un pasajero se declaraba paisano, se la regalaba.

-          Ah…pues eso me trajo la última vez que vino por aquí, una lata de pimentón. La edad y su estado acentúan el sentimiento de nostalgia y esa lata es para él su objeto transicional, un símbolo en el que centra el apego a su tierra.

-          Pero siempre lo ha tenido. Él siempre echó de menos su pueblo y sus cosas.

-          Tiene un gran sentido del humor y pasamos un rato agradable mientras me explicó los tres usos del pimentón. Qué gracia…

-       Por favor…no me diga que le ha contado eso…qué vergüenza..!

-       No hay por qué. A mí me resultó ocurrente y ninguna de las propuestas, ni siquiera la estimulante me pareció disparatada. Incluso me insistió en ello.

-        Por Dios…este hombre es incorregible. Se le ocurrió en una reunión de amigos del trabajo y ha hecho fortuna la ocurrencia…

-       No te preocupes que en este despacho escucho muchas cosas y los comentarios de tu padre son absolutamente jocosos e inocentes. Al contrario, para mí es una señal de la cordura que permanece. No te lo he contado con afán de reproche, ni mucho menos. Razona y tiene un gran sentido del humor, lo que hace especialmente agradable su trato, que siempre es respetuoso. Me preocuparía que estuviera deprimido, pero no que gaste bromas.

-       Bueno, si usted lo ve así…a mí me resulta incómodo.

-       Pues tranquila, que es un ejemplo de convivencia. No se lo comentes porque no quiero que deje de confiar en mí. Me trata como a un amigo y eso hace mi trabajo más fácil y accesible. 


  III.- Volver 

-       ¿Ya te he dicho que, al final, he convencido a tu madre? Bueno, la verdad es que estaba convencida, lo que ocurre es que siempre le gustó llevarme la contraria.

-       Pare… la mare fa anys que és morta…¿no te’n vols assabentar?

-       Sí que me entero, pero háblame en nuestro idioma ¿por qué en catalán?

-       Porque me entiendes, porque ya lo hablabas cuando nací y porque aquí se habla así ¿qué más te da, si también lo hablas?

-       Pero a mí me gusta hablar como se habla en la Vera. Bueno, y ya sabes que vamos a arreglar la casa de los abuelos para cuando queramos ir a pasar unos días allí.

-       ¿Cómo la casa de los abuelos? ¿Allí qué se nos ha perdido? Padre…ay Dios, que tienes unas cosas…

-       Vaya…ahora que convenzo a tu madre y sales tú con las mismas…

-       Bueno, está bien, no quiero discutir contigo. Hace una tarde espléndida para disfrutar de este parque…

-       Desde luego. Mira la Guindilla, que no ha parado desde que llegamos…

-       Pare… que la gosseta va morir abans que la mare...(Vaya, otra vez…)Y no tienes que poner la correa cada vez que te cruzas la calle o se acerca otro perro. La perrilla no está y, si está, pues que se cuide sola…

-       Claro, para que me la atropelle un coche o la muerda un perro grande…quita, quita, que yo sé lo que hago…

 

     Saca con disimulo un pañuelo del bolso y aguanta a duras penas una lágrima inoportuna que amenaza con estropearle el maquillaje. Haciendo una parada en sus carreras locas, retorna Guindilla jadeante y nerviosa para olfatear a su amo que le corresponde con una caricia y se aleja de nuevo sin mirar a Salo. El arrebol de la atardecida pone bordes de color pimentón en las nubes. 

 

                                                                                                                          Diásporo     
 

martes, agosto 30, 2022

Derecho a ruido


 No sé si en alguna normativa se recoge el derecho al silencio o si existe sólo en el universo de mi fantasía. Lo que sí tengo claro es mi derecho inalienable y garantizado al ruido, aura que me acompaña y para la que recomiendo paciencia porque alguien importante dijo – y si no lo dijo debió decirlo- que cuando no puedes vencer a un enemigo, lo sensato es aliarte con él, consejo que resume la estrategia más inteligente y económica frente a las causas perdidas. 

sábado, julio 30, 2022

Tanto estudiar...para esto




 A nadie se le ocultan las dificultades que debe superar un licenciado en derecho para acceder a la carrera judicial en cualquiera de sus variedades. Tal vez el propio sistema haya diseñado unas pruebas acordes con la complicada y exigente tarea a la que han de enfrentarse. Contra lo que podría pensarse, la recompensa para los que lo consiguen no suele ser tan abundante en fortuna como en responsabilidad, y en la mayoría de los casos, la posible satisfacción de realizar una labor tan necesaria como ingrata y de la que sólo hallará contento en una de las partes. Algunas veces, ni eso.

miércoles, junio 29, 2022

Ni calle, ni estatua



 Tengo que volver a referirme a César Trujillo, ese francotirador de ocurrencias, al que tanto critico como admiro, mientras me precio de tenerlo como amigo invisible. Hace unos días tuvo la osadía de enviar un escrito a su ayuntamiento de residencia, renunciando de antemano a cualquier distinción honorífica de la que pueda un día ser objeto. Alega no merecer ni necesitar – y sobre todo, no querer- ser sorprendido por reconocimiento público distinto del respeto que reconoce a todo el mundo y lleva además su atrevimiento a despreciar la nominación de una calle o el izado de una estatua. Superado el primer estupor le contesta el concejal de cultura, hombre cultivado como corresponde a su responsabilidad que, haciendo alarde de impostada elegancia y superando una crisis de vergüenza ajena, le recuerda que nunca los méritos deben ser valorados por el interesado y le recomienda paciencia ya que los de un bibliotecario se advierten en la medida que el pueblo se cultiva, meta que aún tiene amplio recorrido.