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viernes, mayo 13, 2016

Bicicletas

De siempre me han gustado las bicicletas. Tal vez porque, en lo más profundo de mis recuerdos infantiles, sigue vigente el deseo inalcanzado de tener una nueva, lo que sólo pudo paliarse, en parte, con una Frankenstein a pedales, resultado de la unión de piezas de otras, repintada mil veces y cedida en herencia forzosa por un amigo de mi hermano mayor cuando emprendía la incierta aventura de la emigración a Cataluña.  Es difícil que la compra posterior de los coches que he tenido me haya supuesto mayor ilusión que aquel legado que me ofrecía evasión y libertad, a cambio de entrar en el peligroso mundo del tráfico rodado y acceder por vez primera a la propiedad privada.