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sábado, agosto 28, 2021

Vae victus...

 


El recurso al latinajo, una vez superado el filtro de la prosa pedante, deja un rastro claro sobre algo tan desprestigiado hoy como la edad o la experiencia, de las que conviene presumir lo justo aunque no se oculten. Efectivamente, estudié un bachiller que incluía dos años de latín como asignatura fundamental, insuficientes para dominar una lengua muerta, pero decisivos para entender un poco mejor la que compartimos cerca de 500 millones de hablantes. Si además se tiene la fortuna de aprender ambas con la misma persona, resulta a veces un sólido ensamblaje que da estructura a la comunicación y el pensamiento para los restos.