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domingo, diciembre 13, 2020

Cabeza y corazón

 


Tener que decidir con cabeza y corazón nos pone en frecuentes aprietos pero aporta ventajas, aunque sólo sea por simple filtrado evolutivo. Jugando cada cual sus bazas, usamos una inteligencia que requiere tiempo, previsión de posibilidades y serenidad para elegir con perspectiva, lo que la hace lenta pero eficiente, en colaboración y contraste con las emociones, que elaboran respuestas inmediatas, más cómodas y agradables, aunque menos seguras. La primera es silente y conservadora, sin la capacidad de atracción que tienen las segundas, por lo que, reduciendo al mínimo el esquema, cocinamos con dos ingredientes que modelan nuestra conducta de manera que, en la medida que predominen una u otras, se manifiesta nuestro temperamento y nos hacen previsibles. Más de una vez terminaremos en un dilema con variadas posibilidades igualmente atractivas, convenientes y razonables, lo que nos obligará a comprometer demoras, frustraciones y resultados.