GUINDILLA
I.- Dilema
-
Yo
no me muevo de aquí, Gregorio. Tú sabrás lo que haces…
- Pero mujer… es la oportunidad única para tener un sitio adonde ir en el pueblo. Siempre has dicho que no querías pordiosear por casas de hermanos y primos cada vez que volvemos un verano…que si la Patro no pone buena cara cuando vamos…que tu hermano siempre salta con alguna historia…Para qué te digo cuando vamos a casa de los míos…
-
Pues
eso, que cada cual en su casa y Dios en la de todos.
-
Pero
nos gusta ir de vez en cuando al pueblo ¿no?
-
A
mí ya, menos. Desde que falta mi padre, tengo allí muy poquito que hacer.
Además está el teléfono y hablas con ellos todos los meses ¿qué más quieres, si
luego parece que vas de prestado? Mira, que a cada uno en su casa, el culo le
descansa.
-
Pues
eso, mujer, nos quedamos con la casa de los abuelos, la arreglamos lo mínimo y ya
tenemos donde ir sin molestar a nadie. Mi quinto Paco el Gacho se puede encargar
de hacernos algunas obras para dejarla en condiciones…
-
Tu
quinto El Gacho? Pero si la última vez que lo saludaste ni se acordaba de ti.
Vamos a ver, hombre ¿cuándo te vas a enterar de que ya eres un desconocido en
el pueblo? La familia y poco más conoces. Tus amistades y tu vida están aquí. Te
guste o no, eres más catalán que verato y tus amigos son… pues Manolo el
malagueño, Herrera, el de Cádiz, el gallego y algunos paisanos que llegaron
cuando nosotros. En el pueblo…unos ya no están, otros se fueron con los hijos y
vete a saber… Además, si tú te jubilas, el Gacho estará poco más o menos…si
vive ¿qué sabes?
-
Pues
lo puedo averiguar…
-
Que
no, Gregorio, que tú eres un romántico ¿cómo vas a hacer una obra tan lejos y
pendiente de lo que haga el Gacho? ¿tú…es que no piensas?
-
Oye,
que tampoco vamos a hacer la casa nueva. Ponemos un cuarto de baño, se arreglan
las ventanas y el tejado, un suelo curioso y ya está disponible para pasar allí
cuatro días de vez en cuando…no se trata de otra cosa…
-
A
ti, cuando se te mete algo en la cabeza no hay forma de sacártelo, pero mira,
conmigo no cuentes para esta aventura ¿Para qué queremos una casa vieja, pequeña
y tan lejos?
-
Para
tenerla en el pueblo. Echo de menos muchas cosas de allí…
-
Claro…otra
vez el olor a pimentón…que me lo llevas diciendo cerca de cuarenta años…pues
¿sabes lo que te digo? Abre una lata y te la pones en la nariz un rato, que eso
ya lo haces algunas veces, y así se te pasa “el mono”. Vaya con la manía que te
ha entrado…
-
Pero
no es eso, mujer, no es eso…¿Tú no has visto que el que más y el que menos
quiere volver a lo suyo? Te parece muy bien que el malagueño se haya comprado
un piso para ir a su tierra de vez en cuando, pero no que nosotros hagamos algo
parecido…
-
Ah
no, es que un piso en la playa es otra cosa. Mira tú. Eso no me parece nada mal.
En la playa y más cerca, me gusta más que en el pueblo.
-
Pero…a
nosotros no se nos ha perdido nada en la playa y en el pueblo podemos juntarnos
con la familia y amigos. Para que los hijos y nietos, cuando quieran, conozcan
y visiten el pueblo de sus padres.
-
¿Tus
hijos y tus nietos en el pueblo? Pero si el año que vinieron con nosotros se
aburrían desde el primer día…tú visitando a la familia y queriendo enseñarles todo,
hasta el campo en el que pasamos tantas penas y ellos protestando y deseando
volver a Badalona. Qué van a querer ellos ir allí… además, ya lo tenemos hablado.
Si un día quieres pasar una semana en el pueblo, te vas a un hotel y no
molestas a nadie. Lo que te piensas gastar en una obra te da y te sobra para
pagarte allí mismo las vacaciones.
-
Pero
no es lo mismo, mujer ¿te imaginas irnos al hotel o a la pensión? Qué diría la
gente…como si no tuviéramos familia en el pueblo…
-
Pero
tú ¿en qué familia piensas? Que ya no viven los padres ni estamos en aquellos
tiempos, hombre, que no te enteras…
-
La
que no te enteras eres tú, Amalia, que te has despegado del pueblo y ya pareces
más catalana que los catalanes. Hasta te gusta hablar en catalán… Ni que
hubieras nacido aquí.
-
Pues
mira, mejor me hubiera ido y no hubiera pasado las penas que pasamos aquellos
años poniendo las tierras del Matón, que hoy me parece imposible haber vivido
de aquella manera. Peor que esclavos, sin agua corriente, sin luz y encima,
cada vez más pobres. Que nos vinimos con lo puesto y de prestado, dejando atrás
nada más que deudas y trampas con tus padres, con los míos, con tu primo…en
fin, que no me quiero acordar…
-
Qué
tiene que ver una cosa con otra? Fueron unos años malos. Perdimos dos cosechas
de tabaco y apenas se salvó el pimiento. Hubo que malvender el mulo porque no
nos llegaba ni para comer…el primer año nos entrampamos, pero cuando vino mal
el segundo, no tuvimos más remedio que emigrar. Menos mal que en la mili me
había sacado el carnet de primera…
-
Menos
mal, porque en menos de un mes estabas conduciendo autobuses de la línea B4,
casi siempre en nocturno. Aquello nos sacó de la miseria, así que, te guste o
no Cataluña, si no nos venimos, hubiéramos muerto en el pueblo de hambre y de
asco.
-
Mis
hermanos y los tuyos han salido adelante en el pueblo…
-
Bueno…¿Te
cambiarías por ellos? Hoy las cosas son distintas, pero entonces…acuérdate cómo
llegamos: con una mano atrás y otra adelante, compartiendo un piso con mi prima
y asfixiados de trampas. Claro que soy de aquí. Nací en el pueblo porque allí
me parieron, pero aquí he podido vivir y aquí están els fills i la neta…tu verás lo que haces, pero si los pocos
ahorros que hemos conseguido los quieres enterrar en el pueblo…
-
Contigo
no se puede hablar, Amalia ¿no echas de menos el olor a pimentón ahora que
llega el otoño?...ya estarán los molinos en marcha y los secaderos encendidos.
En el pueblo no hay la contaminación de aquí…
-
No,
verdad? Pero ¿a qué olíamos tú y yo cuando vinimos? Si tardamos meses en
quitarnos de la ropa ese olor a humo de secadero que traíamos hasta en las
mantas y colchones. Eso era lo que traíamos, olor a humo, a pueblo, a penas y a
deudas. Anda, que tienes poca memoria. Mira, tú estás obsesionado con el olor
del pimentón. Ya está bien con echarlo en la sopa, que bastantes comes, más de
lo que debieras con la tensión. Tienes latas de pimentón por todos lados y
desde que el chico las compra por internet, no te faltan para regalar a todo el
mundo ¿qué más quieres? ¿tienes que ir a comprarlas allí?
-
Que
no es lo mismo, mujer…
-
Ah
no? Pues sabe igual y se muele en los mismos molinos. Tú lo que tienes es
morriña, como tu compañero el gallego. La idea de jubilarte no te está sentando
bien y mira que decías que lo estabas deseando…anda ¿por qué no llevas un rato
de paseo a Guindilla, que tiene que hacer sus cosas? Venga, que a las dos
entras de turno… y la comida ya está hecha…
Sigue en sus trece mientras
observa a la perrilla correteando por el parque, oliendo todo y haciendo cortas
paradas para marcar terreno. Ladra nerviosa ante cualquier novedad y se le
acerca como si quisiera sacar a su dueño de la ensoñación persistente que le ocupa
desde hace unas semanas. Lo ve encender un cigarrillo y quizá adivine que
cuando lo termine será el momento de regresar, porque ha mirado varias veces el
reloj, así que aprovecha para hacer sus últimas incursiones por los parterres
hasta que Gregorio la llama y decide regresar pensando cómo hacer que Amalia entre
en razón. En la suya.
II.- Llar tercera
edat
-
Pasa…Salo…adelante.
¿Es Salomé, verdad?
-
No,
no…es....ya sabe, el nombre de la patrona del lugar de mis padres, Salobrar.
Las costumbres de los pueblos...
-
Sí,
perdona, me lo habías dicho y lo olvidé. Bien, digo Salo y es más cercano ¿no
te parece?
-
Claro,
por supuesto…¿qué puede decirme de mi padre…?
-
Pues…está
bien, como siempre. Realmente debo decirte que en mis años de clínico en este
centro he conocido pocos casos como el suyo. Es una de las personas que menos
problemas da en el hogar. Tiene buena salud y un comportamiento exquisito. No comparto
totalmente el diagnóstico de demencia y diría que tiene “lagunas”… selectivas,
como si hubiera elegido qué recordar y qué no…Luego, en su mundo, conserva
facultades físicas y, posiblemente mentales, intactas.
-
Pero…hace
más de tres años que murió mi madre y al parecer, no se entera…
-
Sí,
se entera, pero a su modo. Mira, de eso quería hablarte. Hace unos días pidió
cita de psicología y vino a verme. Asumía razonablemente que era viudo, pero
hablaba de su mujer como si la viera a diario. Esa situación no es rara y se da
en muchos internos que conocen una pérdida pero viven como si no la asumieran. Hay
cosas que, sencillamente, conoce pero hace como si no hubieran sucedido y eso
le ayuda a salir adelante.
-
Ya,
y el perro…
-
Pues
algo parecido…costumbres normales en cualquier comportamiento ¿qué importancia
tiene si pasea a diario con la correa de un perro en la mano? Eso lo hace mucha
gente y no molesta a nadie.
-
¿Aunque
vaya sin perro? No sé…Otra cosa es el afán de volver al pueblo. Fíjese que estuvo
muchos años conduciendo autobuses de TUSGSAL llevando alguna lata de pimentón
en el salpicadero. Decía que era para encontrar veratos y en cuanto un pasajero
se declaraba paisano, se la regalaba.
-
Ah…pues
eso me trajo la última vez que vino por aquí, una lata de pimentón. La edad y
su estado acentúan el sentimiento de nostalgia y esa lata es para él su objeto
transicional, un símbolo en el que centra el apego a su tierra.
-
Pero
siempre lo ha tenido. Él siempre echó de menos su pueblo y sus cosas.
-
Tiene
un gran sentido del humor y pasamos un rato agradable mientras me explicó los
tres usos del pimentón. Qué gracia…
-
Por
favor…no me diga que le ha contado eso…qué vergüenza..!
-
No
hay por qué. A mí me resultó ocurrente y ninguna de las propuestas, ni siquiera
la estimulante me pareció disparatada. Incluso me insistió en ello.
-
Por Dios…este hombre es incorregible. Se le
ocurrió en una reunión de amigos del trabajo y ha hecho fortuna la ocurrencia…
-
No
te preocupes que en este despacho escucho muchas cosas y los comentarios de tu
padre son absolutamente jocosos e inocentes. Al contrario, para mí es una señal
de la cordura que permanece. No te lo he contado con afán de reproche, ni mucho
menos. Razona y tiene un gran sentido del humor, lo que hace especialmente
agradable su trato, que siempre es respetuoso. Me preocuparía que estuviera
deprimido, pero no que gaste bromas.
-
Bueno,
si usted lo ve así…a mí me resulta incómodo.
- Pues tranquila, que es un ejemplo de convivencia. No se lo comentes porque no quiero que deje de confiar en mí. Me trata como a un amigo y eso hace mi trabajo más fácil y accesible.
III.- Volver
-
¿Ya
te he dicho que, al final, he convencido a tu madre? Bueno, la verdad es que
estaba convencida, lo que ocurre es que siempre le gustó llevarme la contraria.
-
Pare… la mare fa anys
que és morta…¿no te’n vols assabentar?
-
Sí
que me entero, pero háblame en nuestro idioma ¿por qué en catalán?
-
Porque
me entiendes, porque ya lo hablabas cuando nací y porque aquí se habla así ¿qué
más te da, si también lo hablas?
-
Pero
a mí me gusta hablar como se habla en la Vera. Bueno, y ya sabes que vamos a
arreglar la casa de los abuelos para cuando queramos ir a pasar unos días allí.
-
¿Cómo
la casa de los abuelos? ¿Allí qué se nos ha perdido? Padre…ay Dios, que tienes
unas cosas…
-
Vaya…ahora
que convenzo a tu madre y sales tú con las mismas…
-
Bueno,
está bien, no quiero discutir contigo. Hace una tarde espléndida para disfrutar
de este parque…
-
Desde
luego. Mira la Guindilla, que no ha parado desde que llegamos…
-
Pare… que la gosseta
va morir abans que la mare...(Vaya, otra vez…)Y no tienes que poner la correa cada
vez que te cruzas la calle o se acerca otro perro. La perrilla no está y, si está,
pues que se cuide sola…
- Claro, para que me la atropelle un coche o la muerda un perro grande…quita, quita, que yo sé lo que hago…
Saca con disimulo un pañuelo del bolso y aguanta
a duras penas una lágrima inoportuna que amenaza con estropearle el maquillaje.
Haciendo una parada en sus carreras locas, retorna Guindilla jadeante y
nerviosa para olfatear a su amo que le corresponde con una caricia y se aleja
de nuevo sin mirar a Salo. El arrebol de la atardecida pone bordes de color
pimentón en las nubes.
Diásporo
Hacía tiempo que no te leía, y este último texto tuyo (del blog) me ha encantado y emocionado muy profundamente.
ResponderEliminarA estas alturas, cualquier cosa parecida la siente uno muy cercana y ponerle palabras a los sentimientos, es harto difícil y complicado.
Gracias, amigo por regalarnos semejante texto y por supuesto, enhorabuena por el merecido premio. Un abrazo.
Por cierto, no dejes de escribir, tu refrescante estilo y lucidez de ideas, a algunos de tus seguidores, nos son muy necesarios. Lo de una vez al mes, estaba muy bien, pero bueno, el que la lleva la entiende...
ResponderEliminarHola, Luis. Tus amables palabras coinciden con mi regreso. Es verdad que el que la lleva al entiendo, pero no hay nada grave: simplemente, una época de vagancia y de recuperar fuerzas. Dos años está bien, que ya quedan pocos, así que prometo no dejarlo. A pesar de tus inmerecidos elogios -te puede más la amistad que la objetividad - debo decirte (y tú lo sabes mejor que yo) que escribir es una necesidad. Luego que lo lea el que quiera, pero uno se desahoga. Un gran abrazo y ya iremos hablando.
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