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jueves, octubre 26, 2023

                                   


                

                                                               GUINDILLA

I.- Dilema

-            Yo no me muevo de aquí, Gregorio. Tú sabrás lo que haces…

-            Pero mujer… es la oportunidad única para tener un sitio adonde ir en el pueblo. Siempre has dicho que no querías pordiosear por casas de hermanos y primos cada vez que volvemos un verano…que si la Patro no pone buena cara cuando vamos…que tu hermano siempre salta con alguna historia…Para qué te digo cuando vamos a casa de los míos…

martes, agosto 30, 2022

Derecho a ruido


 No sé si en alguna normativa se recoge el derecho al silencio o si existe sólo en el universo de mi fantasía. Lo que sí tengo claro es mi derecho inalienable y garantizado al ruido, aura que me acompaña y para la que recomiendo paciencia porque alguien importante dijo – y si no lo dijo debió decirlo- que cuando no puedes vencer a un enemigo, lo sensato es aliarte con él, consejo que resume la estrategia más inteligente y económica frente a las causas perdidas. 

sábado, julio 30, 2022

Tanto estudiar...para esto




 A nadie se le ocultan las dificultades que debe superar un licenciado en derecho para acceder a la carrera judicial en cualquiera de sus variedades. Tal vez el propio sistema haya diseñado unas pruebas acordes con la complicada y exigente tarea a la que han de enfrentarse. Contra lo que podría pensarse, la recompensa para los que lo consiguen no suele ser tan abundante en fortuna como en responsabilidad, y en la mayoría de los casos, la posible satisfacción de realizar una labor tan necesaria como ingrata y de la que sólo hallará contento en una de las partes. Algunas veces, ni eso.

miércoles, junio 29, 2022

Ni calle, ni estatua



 Tengo que volver a referirme a César Trujillo, ese francotirador de ocurrencias, al que tanto critico como admiro, mientras me precio de tenerlo como amigo invisible. Hace unos días tuvo la osadía de enviar un escrito a su ayuntamiento de residencia, renunciando de antemano a cualquier distinción honorífica de la que pueda un día ser objeto. Alega no merecer ni necesitar – y sobre todo, no querer- ser sorprendido por reconocimiento público distinto del respeto que reconoce a todo el mundo y lleva además su atrevimiento a despreciar la nominación de una calle o el izado de una estatua. Superado el primer estupor le contesta el concejal de cultura, hombre cultivado como corresponde a su responsabilidad que, haciendo alarde de impostada elegancia y superando una crisis de vergüenza ajena, le recuerda que nunca los méritos deben ser valorados por el interesado y le recomienda paciencia ya que los de un bibliotecario se advierten en la medida que el pueblo se cultiva, meta que aún tiene amplio recorrido.