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lunes, febrero 28, 2022

Todos lo hacen

     

Tal vez exagere si digo que las empresas que atienden nuestras necesidades de comunicación se han ganado mala fama. Quizás un pequeño número de incidencias empañe una mayoría de servicios satisfactorios, pero uno deja de concederles el beneficio de la duda en cuanto emprende una reclamación que termina por convertirse en suplicio. 

Repasando las últimas facturas, práctica que recomiendo porque suele descubrir sorpresas, comprobé que llevaba un tiempo pagando algo más de lo previsto en mi contrato y me propuse averiguar la causa. No creo necesario describir el despilfarro de paciencia y tiempo a que se somete quien recurre a una línea de atención al cliente porque hay escritas páginas épicas dedicadas a semejante trámite con las operadoras. Ahorro detalles resumiendo que se me insinuaron aficiones a las líneas eróticas, apuestas o consultorios astrológicos y algún buen consejo con el que sobrellevar mis debilidades. 

Como el jubilado es una especie pertinaz, indagué la posibilidad de buscar atención directa en una tienda que el operador en cuestión tiene cerca y aparcando las precauciones pandémicas hice acto de presencia en el lugar por donde debí empezar. Una simple consulta con el DNI es suficiente para que sepan toda tu historia y casi tus intenciones, así que el interrogatorio se simplifica y las dudas sobre aficiones ocultas suelen despejarse mejor cuando te comunicas con alguien que te mira a la cara. Al final, el contrato misterioso era un consultorio de cocina, cosa que rebajaba la culpa, aunque renuncié a esa indulgencia negando haberlo contratado y alegando mi ignorancia en ese arte.

Entonces el amable operador me explica que en cualquier conexión a internet en la que haya utilizado el móvil, me pudo aparecer una lluvia de pestañas publicitarias que creí rechazar, pero que en cualquier momento podría haber aceptado por error, porque es muy fácil y “ocurre con frecuencia”. Noto una subida de bilis, aunque todavía reacciono civilizadamente y razono que, en ese caso improbable, me lo deberían haber notificado. Asegura que debió hacerse, en medio de otra tormenta de ofertas y yo, de nuevo, renunciaría a leerlo porque eso “nadie lo lee”. El incremento de la hiel me hace proclamar sin pudor que eso es un atraco, pero el avezado operario trata de rebajar la temperatura prometiendo arreglarlo todo y evitar que vuelva a ocurrir. Acuso a la marca de usar la red como tela de araña para muchos abonados que pueden estar siendo engañados por errores, descuidos o falta de información y se encoge de hombros para desarmarme con una respuesta antológica: “todos lo hacen”.  Entrecomilladas, tres patas para un banco.

Como conclusión, unos 18 € que me reembolsarán en el próximo recibo a cambio de paciencia y horas. Acritud en proceso de disolución progresiva y sensación inquietante de que estamos aceptando como normales demasiadas cosas que no lo son, como si hubiera que conformarse con lo menos malo a falta de otra cosa. Aplicado al espectro de las creencias, opciones o convicciones, es imprescindible el uso de pinza nasal en lugar de mascarilla. Y eso es asfixiante.   


2 comentarios:

  1. Poco a poco, y sin apenas darnos cuenta, la red de la tela de araña y la otra también, ha ido cubriéndonos de tal forma y encerrándonos en el capullo de seda que te asfixia y ahoga, viviendo cada vez más aletargados e inconscientes. ¿Qué hubiera pasado si no revisas la factura? Nada...
    Y eso me hace pensar, ¿cuántos estamos ahogados en la seda de la red haciendo el capullo sin saberlo y además, tan contentos?

    Genial el articulito, y lo mejor, ayuda a reflexionar, al menos, sacando el cuello entre la maraña.

    Un abrazo, compañero.

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  2. Perdona el retraso, Luis, pero andaba por otros afanes. Me gusta mucho tu respuesta y el aprovechamiento que haces de los dobles sentidos...
    MAESTRO...genial, tu respuesta. Un abrazo, compañero.

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