Se nos dijo hasta el aburrimiento, tal vez porque no había otra cosa que decir, que de esta crisis salíamos todos juntos o no salía nadie. Pero saber no implica asumir, de la misma forma que memorizar una lista no significa demostrar con hechos que pertenecemos a una especie inteligente. Hay casos en los que la experiencia parece jugar en contra del sentido común, por lo que cuando coinciden el aburrimiento, la prisa y la ilimitada estupidez humana, empiezas a sentirte irremediablemente amenazado por alguna de las múltiples condenas con las que cargamos como grupo social.
Año y medio después del comienzo
de la maldición nos hallamos en el mejor de los sueños con las vacunas en un
tiempo razonable, así que polemizamos por la marca que nos toca en suerte mientras
proliferan los “inmortales” que, militando o no en el negacionismo abstruso,
siguen con su impostada normalidad, apenas alterada por un lavado de manos extra
o el uso de la mascarilla a criterio del interesado. Para estas pequeñas rutinas
cotidianas contamos con la inestimable colaboración de los responsables
públicos que, en cualquiera de sus variadas acepciones, son un ejemplo de la
condición humana, incluso de la que - en expresión atribuida a Einstein - no
tiene límite. Si algo demostraron en este tiempo de pesadilla, fue su inagotable
capacidad para oponerse a lo que sea, incluso a lo que pidieron minutos antes,
con menosprecio de la seguridad común frente a la supuesta cosecha de votos.
Y sí, nos estamos acercando a la inmunidad de rebaño –qué adecuado término- pero tal vez eso no aporte otra tranquilidad que la de comer rodeados de hambrientos. El agente infeccioso demuestra gran capacidad para replicarse y mutar con tal de que sigamos dándole oportunidades y tiempo, condiciones garantizadas. Ya se sabe que el aislamiento entre territorios es poco menos que imposible, así que debiera interesarnos la vacunación mundial porque el “todos o ninguno” puede hacer superflua la carrera por conseguirlo en los países del llamado primer mundo.
Tras del verano, cuando nuestros
abnegados políticos puedan decir que han conseguido los objetivos propuestos, estaremos
casi inmunizados pero rodeados de fértiles cultivos para nuevas cepas y
variantes de la enfermedad. Hace poco nos brindó la India unas imágenes que
asustaban a quienes sean capaces de entender que el planeta es un organismo vivo
y de consecuencias comunes, lo que convierte en efímero el consuelo de saber
que otros van delante si el destino va a ser compartido. Que haya gran cantidad
de países en los que la única asepsia abundante sea la informativa, aporta la tranquilidad
de saber que un grano en el culo, si se hace persistente, termina obligando a cambiar
el gesto.
Merecería la pena compartir algo
de nuestra obsesión por salvar esa economía que sabemos tan necesaria con la
búsqueda de una solución mundial a la pandemia. Tan rentable como conseguir
nuestra completa vacunación puede ser hacerla llegar a todos los que la
necesitan y evitar así la proliferación de amenazas. Lo mismo podría decirse de
tantas otras necesidades inaplazables de algunos países, pero ese es otro
cantar. Ojalá fuera fruto de un natural impulso misericordioso pero, por si la
torpeza pazguata encuentra el término poco laico, podría ser por solidaridad, por
filantropía o por sentido común. Incluso por egoísmo.
Al sufrimiento que provoca convivir a la fuerza con el virus y sus consecuencias restrictivas, hay que sumarles, bajo mi punto de vista, el hecho de constatar la persistente insolidaridad humana y la nefasta y tremenda inutilidad de nuestros políticos.
ResponderEliminarAunque no todo es negativo, doy mi afectuoso aplauso y me descubro ante el esfuerzo persistente, abnegado y silencioso de personal sanitario y de otros profesionales que no dejan de luchar sin pausa y contra todo tipo de vientos y mareas. ¡Aún queda esperanza!
Me sumo al título, todos o ninguno. Y es que a mi corto entender, los países llamados desarrollados, deberían ser capaces de proporcionar medios a los menos "afortunados", por razones en las que no entraré, para vacunar a toda la población.
ResponderEliminarY de paso, si en nuestros países tuviésemos la ingeniosa idea de vacunar a la par, tanto a las personas de riesgo, como a los jóvenes en edad de ser egoístas y poco conscientes, quizá y sólo quizá, la situación posiblemente remitiría o nos permitiría un verano menos atípico.
Estamos de acuerdo, Sandra. Mire, creo que el planeta es un organismo que puede salvarse o irse al garete porque una parte se agrava.
Eliminar