Toca hoy rectificar, lo que no
implica otra cosa que el reconocimiento de una evidencia, sin necesidad de
aprovechar la ventaja de un refrán que en este caso no se cumple. Había,
además, un compromiso adquirido en el primer lance, así que no se trata tanto
de sabiduría como de memoria para saldar una deuda adquirida por escrito. El
que paga, descansa.
Algún lector quizás recuerde que en mis columnillas de agosto y septiembre pasado, puse más que en duda la prudencia de la autoridad educativa al decidir una vuelta a la normalidad presencial sin apenas otras adaptaciones que buenos consejos obviando una disminución, siquiera temporal, de las ratios que consideré imprescindible para evitar un desastre. Nada que ver con las medidas impuestas a tantas empresas, a las que obligamos a entender que la salud debe prevalecer sobre el negocio, por mucho que para ellas no exista una cosa sin otra. Bien, pues ha pasado medio curso y no se han producido, por ahora y que sepamos, la debacle que temí y posiblemente anunciaba.
Me atrevo a pensar que nadie en
el mundo educativo, ni siquiera los que así lo dispusieron, esperaban un
resultado como el obtenido y la superación de un primer trimestre con tan pocas
incidencias en cifras relativas a una población tan numerosa. Ni siquiera
contando con el compromiso heroico de los docentes y la respuesta ejemplar de
los menores, hubieran podido imaginarlo. Tampoco yo lo esperaba y por eso, en los
escritos citados dejé constancia de lo que me parecía una decisión temeraria y
torpe, comprometiéndome a rectificar en caso de que los resultados lo hicieran oportuno.
Afortunado error que causa tanto disfrute -soy el primero en celebrarlo- y cuya
rectificación me satisface más que un infortunado acierto.
No me voy a conceder, sin
embargo, el plus de sabiduría que otorga el viejo dicho a los que rectifican,
habida cuenta de que jugaba con la indudable ventaja de no arriesgar más que mi
osada opinión frente a una enorme responsabilidad por parte de quien decidía lo
contrario y de que mi aceptación de error no supone enmienda, de manera que todavía
mantengo la calificación de maniobra temeraria que debe más su éxito al azar
que a la poca prudencia. Se siguen echando de menos las razones científicas con
planificación, medidas y proporción ante los riesgos. Algún día nos explicarán los
que saben por qué hemos tenido estos resultados y espero que sea con argumentos
más estables que los de quienes lo decidieron así.
Queda claro que la situación de
entonces me ofrecía la ventaja de emplear la lógica y aceptar el mínimo riesgo por
expresar un temor que se ha demostrado excesivo, mientras el de los gestores
educativos era tremendo y de consecuencias difícilmente asumibles. Reitero, no
obstante, con la humildad del felizmente equivocado, algunas afirmaciones de
entonces con especial incidencia en la amenaza innecesaria sobre el posible y
entendible absentismo.
Y puestos a reconocer errores a
la defensiva, califico de nueva frivolidad considerar los colegios como “espacios
seguros” mientras no se haga apoyando la afirmación en argumentos algo más
sólidos que la proclama triunfalista de los que se han encontrado un premio para
el que invirtieron tan pocos méritos.
Amigo José María: muchos de nosotros, a principios del curso, compartimos tus mismas inquietudes.Nadie ofreció información para pensar otra cosa.
ResponderEliminarCon fecha en diciembre de 2020, he encontrado referencias a una investigación publicada en Nature immunology afirmando que: "los niños producen anticuerpos especialmente dirigidos a las proteínas de las espínulas del coronsvirus, las que permiten la infección y la replicación viral".
En los mayores, se produce otro efecto: la inmunosenescencia, deterioro del sistema inmunitario por la edad.
Dudo que, el verano pasado, las autoridades sanitarias arbitraran protocolos escolares con estos conocimientos; posiblemente, a ellos también se les apareció la Virgen!
De acuerdo en todo. Tuvieron suerte y la tuvimos todos, porque a nadie en su sano juicio le puede apetecer lo contrario. Pero no fue un mérito de los osados que deciden, sino "una aparición de la Virgen" como tú muy bien dices. ¿Y si hubiera salido mal? No creo que sea legítimo probar con toda la población escolar como hicieron. Se pudo disminuir la ratio como medida precautoria, pero a eso le tienen pánico los de todos los bandos. En fin...celebro haberme equivocado, porque yo temía el desastre y no se ha producido. Pocas veces un error puede ser tan deseado. Un gran abrazo, María.
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