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miércoles, enero 13, 2016

Deberes escolares

Todos, sin excepción, sentimos más cercanos nuestros derechos y aceptamos - mal que bien- algunos deberes, únicamente si son imprescindibles. Dispuestos a exigir, evitamos cualquier obligación, así que son malos tiempos para los deberes escolares cuando sólo estamos dispuestos a tener derechos. Doble sentido aparte, llama la atención con estas mimbres, el debate que se está abriendo paso en la calle y que, inevitablemente, se extiende por las redes sociales.  

Como el tema se presta a la polémica y he respondido de forma privada más de una vez a esta cuestión, bien merece una columna aprovechando el reciente paso de la navidad como ocasión para sufrirlos o disfrutarlos. Evito un corporativismo al que siempre me he supuesto ajeno si afirmo no creer que alguien busque la excelencia en tardes de niños angustiados y dramas familiares por culpa de unas tareas irrealizables y sin final. Posiblemente también esto se pueda arreglar con una buena organización sobre lo que debe ser el trabajo y la necesidad del ocio.

La primera pregunta –triple- que planteo es si los deberes escolares, entendidos como un añadido a la tarea diaria para hacer en casa son legales, necesarios y obligatorios. Mientras llegan las respuestas oportunas, tal vez estuviera bien aplicar el sentido común para tratar de negociar, como mínimo, con los agentes implicados (no sólo los alumnos…) sin olvidar el principio jurídico de “en caso de duda, a favor del perjudicado”.   

Como estoy dando mi opinión, diré que si la triple pregunta anterior se responde en forma afirmativa, los referidos deberían adornarse con tres requisitos: oportunos, mínimos y útiles.

Serán oportunos unos trabajos –no exclusivamente escritos- cuando sirvan para reforzar lo que se aprendió recientemente, necesitando mejoría con algo de práctica. El indefinido “algo” da pistas sobre la siguiente condición: mínimos, de manera que no cansen ni aburran ni hagan aborrecer la tarea, la escuela y a quien los puso. Como no hay niños delante, diré en su defensa que hace veintitrés años se aprobó en Andalucía una jornada única presentada a las familias como forma de facilitar el acceso a otras actividades complementarias, culturales y deportivas. Si para ello se acumularon las cinco horas de trabajo en la jornada matinal ¿no es abusivo cargar con el añadido de los deberes? ¿horas extras cuando ni en las empresas están bien vistas? Finalmente, que sean útiles permite tantas interpretaciones que debo acotarlas en el sentido exclusivo de que sirvan para enseñar, no para ocupar el tiempo, con la imprescindible condición de poderse hacer sin ayuda externa –no exigible a todas las familias, por otro lado, lo que es motivo de diferencias y desventajas- y terminando en una corrección explicada que sirva para asegurar lo aprendido.

Resulta extraño que no se haya regulado desde la administración educativa este asunto que está y ha estado en el diario batallar de algunas casas, con posibles beneficios indiscutibles, pero con el riesgo de estar dando lugar a conflictos mal resueltos o generando situaciones de rechazo entre escolares, familias y centros, muy alejadas del placer de aprender y de la gozosa tarea de enseñar.


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