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martes, octubre 13, 2015

Ni yo tampoco entiendo

 


Desde hace tiempo llevo en la memoria el poema de Rafael Ballesteros “Ni yo tampoco entiendo…”, del que copio este título, de manera que, cada vez que me encuentro con algo que no encaja en la dosis de lógica que me toca - lo que ocurre con frecuencia y parece que la cosa va en aumento- recurro a esos versos como un desahogo que, si no me ayuda a entender, alivia al menos la contrariedad y las ganas de arreglar lo que tiene mal arreglo. Podría haber titulado esta columna con la expresión parecida “tan poco entiendo” y hubiera servido lo mismo.

Sabe Noelia que me gusta escribir y me invita a hacerlo en este mensual de Ideal de Loja y comarca, lo que acepto quizá muy a la ligera pues, por raro que parezca, siento un enorme pudor al poner mi nombre y “fotillo” en la columna que ha de llegar a tantas personas. Se lo agradezco por lo que arriesga y espero no darle razones para arrepentirse. Pido disculpas anticipadas por el atrevimiento que no pretende otra cosa que ser un “juego de edad tardía” sin más pretensiones que entretener y compartir dudas con el máximo respeto a quien tenga por bien leerme. En el correo electrónico que adjunto me dispongo a recibir invitaciones para dejar de aburrir a los lectores con tal de que sea de forma clara y razonada. Tarde llegan, pues, las advertencias reales o supuestas para que evite entrar en política o en polémicas, lo que intentaré desde esta primera entrega, pero engañaría si dijera que pretendo quedar siempre bien. Cuando se tiene edad para que no te importe usar un paraguas de flores, puede y debe uno permitirse alguna osadía.

            Creo ser algo conocido por mi oficio. Y no escribo “mi antiguo oficio” porque no lo doy por abandonado y puede ocurrir lo que a los toreros, que lo son mientras viven. En afortunada coincidencia, a ellos también se les dice “maestros”. Experto en casi nada, pero con experiencia en educación, será normal que en algo de lo que escriba aparezca la vena pedagógica, lo que generará desacuerdos, dado que de educación suele entender todo el mundo. Cuando no se es rico, ni listo, ni guapo, queda al menos el recurso de salvar los trastos siendo razonable, virtud a la que, por cierto, otorgo más mérito, aunque sé que tiene menor reconocimiento que lo anterior. Vamos a intentarlo.

Hago propósito de brevedad buscando la indulgencia del lector al que supo a poco. Hasta lo bueno mejora con este ingrediente y escribo sabiendo que, como todo lo que aparece en un periódico, tendrá un destino efímero para acabar, en el mejor de  los casos, reciclado o envolviendo cualquier chisme. Peor sería tirado en la calle.   

Comienzo. Ojalá supiera hacerlo con la mitad de los saberes de Manuel Alcántara y un poquito de la gracia de Luky Corto..!

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