Buscar en este blog

martes, septiembre 12, 2017

Ya está bien...!

Hace dos años empecé a colaborar en esta columna mensual imponiéndome el pacto tácito de orillar polémicas y evitar cualquier postura de matiz político. Hasta ahora debo haberlo conseguido, salvo que mis desvaríos hayan sido tan faltos de entidad, que no han merecido discrepancia.  En esta ocasión, como de opinión se trata, voy a mojarme, por lejos que esté de mis propósitos, casi tanto como la lluvia de las previsiones meteorológicas. Merece la pena ante el disparate montado por algunos políticos catalanes.   

El nacionalismo catalán y lo que significa nos lleva preocupando mucho tiempo y ocupando el espacio informativo de buena parte de este año. A pesar del espejismo de lucidez que supuso la aparente unión de todas las fuerzas políticas tras el atentado en las Ramblas, el sentido común vuelve a tomarse vacaciones dejando claro que lo necesario puede no ser imprescindible. Como el tema ya ha sido tratado por personas de gran competencia en todos los ámbitos, esquivaré la estupidez de querer aclarar ideas con posturas copiadas de la hemeroteca,  abundante por demás, para moverme exclusivamente en el terreno cercano al hombre de la calle que tiene sus ideas, sus temores y sus preguntas.  

Y si de preguntas se trata, ahí van éstas, admito que retóricas, pero abiertas a que cada cual las ponga en orden y adjudique la respuesta que mejor se le acomode, respecto al llamado  “procés”: 

¿Se dan en algún territorio español condiciones de abuso centralista, explotación o falta de autonomía, que justifique la independencia o es algo creado desde el convencimiento de unas diferencias –incluso de superioridad- respecto al resto? 

¿De la admisión de diferencias se derivaría la pretendida segregación?

¿Cualquier decisión, tomada de forma democrática, es legítima?

¿El llamado “derecho a decidir” está en el sentir de los catalanes o de los políticos catalanes? 

¿No hay en otras comunidades españolas –en casi cada pueblo- razones históricas con igual o superior fundamento que en Cataluña para considerarse agraviadas o distintas?

¿Se ha de escuchar y atender al que más chilla o al que más razones tiene?

¿Puede haberse alimentado el sentimiento soberanista con la idea del territorio próspero que debe mantener a otros menos laboriosos?

¿No se lleva demasiados años – aprovechando, incluso, los excesos de una dictadura- haciendo un caldo de cultivo hostil hacia al resto del estado para vender agravios que aquí hemos soportado todos?

¿Alguien cree que los que piden referéndum más que independencia se conformarían si el resultado no les fuera favorable? 

¿La posible secesión de un territorio deberían decidirla sólo sus ciudadanos o todos?

¿Qué dosis de interés se cuela en la mezcla de emociones y sentimientos patrios? 

¿Por qué no, y por si acaso, auditar objetivamente todo el sistema de financiación nacional de forma que se conozca cuánto se recauda y reparte en cada territorio, cómo funciona la solidaridad interterritorial y quiénes tienen motivos para la queja y la demanda? 

Y de paso ¿Por qué no conocer las cloacas y corrupciones de cada uno, que eso sí que parece elemento unificador de los territorios? Pero con números que entendamos hasta los torpes, no vaya a ser que en medio de esta tormenta casi perfecta, aproveche más de uno para esconder las vergüenzas, mientras otros estamos preocupados por el choque de trenes. ¡Ya está bien..!

No hay comentarios:

Publicar un comentario