Hubo un tiempo, es verdad que lejano, en el que el dominio de la lectura y la escritura marcó una frontera que nos clasificaba y permitía el acceso a la mayoría de conocimientos. Por inevitable fortuna, dejamos atrás ese filtro mientras aparece otro, de más amplio cometido, como es la utilización de automatismos y medios digitales que se adornan de pretendidas facilidades para nuestra vida, al precio de hacernos más diferentes frente a las complicaciones que asumimos.
Para muestra, el empeño de las
entidades bancarias en proponernos operaciones que debemos hacer nosotros
mismos – manteniendo las comisiones- para cualquier gestión. No se conforman
con que sepamos sacar dinero del cajero automático, sino que insisten para que
aprendamos a pagar con el móvil y otras tareas que harán innecesarios los
puestos de trabajo de los mismos que nos enseñan.