Entiendo el compromiso de escribir la columna mensual como un proceso lento y cuidado, aunque sólo sea por el respeto debido a quien emplea su tiempo en leerte. Puede gustar o no el resultado, pero la apuesta en intenciones prevalece. Sin embargo, alguna vez y este es el caso, debo sacrificar la elaboración metódica a la oportunidad de un acontecimiento. Por eso aplazo otro trabajo previsto, para improvisar un comentario sobre la Gala Benéfica celebrada hace unos días en Loja para la Asociación Española contra el cáncer (AECC).
Puede adolecer de falta de esmero y se impondrá la intuición espontánea sobre lo meditado, haciendo más caso al corazón que a la cabeza. Lo mismo debió pensar esta tropa de atrevidos que colgaron en el vestuario su seriedad, maneras y apariencias para hacernos pasar un rato muy agradable en un noble gesto a favor de esta empresa que es común, aunque alguna vez nos haya parecido ajena. Éxito indiscutible, como no podía ser de otra forma a tenor de los ingredientes empleados: buenos temas, estupendos figurantes, un público entregado y una gran causa. Seguramente se han superado respecto al año anterior a pesar de que dejaron el listón muy alto, pero eso es lo de menos cuando se hacen las cosas desde la unión y la generosidad.