Hace dos años empecé a colaborar en esta columna mensual imponiéndome el pacto tácito de orillar polémicas y evitar cualquier postura de matiz político. Hasta ahora debo haberlo conseguido, salvo que mis desvaríos hayan sido tan faltos de entidad, que no han merecido discrepancia. En esta ocasión, como de opinión se trata, voy a mojarme, por lejos que esté de mis propósitos, casi tanto como la lluvia de las previsiones meteorológicas. Merece la pena ante el disparate montado por algunos políticos catalanes.