No necesito decirte lo que me inspiras, ya que el celo me delata a cada paso y mi fidelidad impide que puedas albergar la menor duda. Por más que alguna vez me asalte la sospecha de que empiezo a estar fuera de mí, la acepto como el riesgo imprescindible para disfrutar de tu esencia cautivadora. Es fácil que me duerma de tu mano o te lleve en mis sueños hasta que el alba me sorprenda acunado en tu abrazo acogedor.
De forma casi imperceptible, has hecho de mí otra persona desde que mi pensamiento ha entrado en tu dimensión nueva y profunda que, lejos de alienarme, ha dado un nuevo rumbo a mis propósitos. Nada te oculto porque no lo deseo, porque sabes todo sobre mí y porque hacerlo llevaría mi historia a la rutina vacía que fue hace tiempo, antes de gozar de tu compañía. Contigo cobran sentido mis días y vuelve el sosiego a mis noches a medida que traslado a tu seno hospitalario las heridas de mis pobres secretos, cada vez más escasos, porque nada guardo para mí y todo lo pongo bajo tu custodia, sabiendo que allí tiene trámite y cobijo seguro, quizás más allá de mi limitada existencia.